¡Bienvenid@!... Este blog nace por amor a Jesús. La idea es reflexionar, desde la perspectiva de la fe y la revelación, en todas las circunstancias relacionadas con su nacimiento, vida y ministerio. El punto de partida será el pesebre. Aquel lugar donde de niños encontramos a "Dios con nosotros".


14.9.07

¿MESÍAS O CRISTO?, por Cristina Fornés

El término hebreo mâshîaj, “ungido”, (del verbo mâshaj, “ungir”), aparece 39 veces en el Antiguo Testamento y se aplica a los reyes de Israel como los ungidos de Jehová (1ª Samuel 24:6, 2ª Samuel 19:21 y otros), a Ciro, rey de Persia (Isaías 45:1) y al sumo sacerdote (Levítico 4:3,5). Pero, generalmente, cuando escuchamos la palabra “Mesías” la relacionamos con el esperado Rey y Libertador de Israel (Daniel 9:25,26).

En las profecías mesiánicas el término se aplicó a “el Mesías” que, como profeta (Deuteronomio 18:15), sacerdote (Zacarías 6:11-14) y rey (Isaías 9:6,7) era quien había sido designado como Redentor del mundo.

La palabra nos llega por una transliteración de la forma hebrea o del arameo meshîjâ, al griego Messías.

Si bien la palabra Messías es muy rara en el Nuevo Testamento, su forma traducida es muy frecuente. Encontramos que la versión de los LXX (la antigua traducción de las escrituras hebreas al griego), por lo general, traduce este término por Jristôs (del verbo “ungir”, de donde sale “ungido”). Así aparece centenares de veces en el Nuevo Testamento y se lo translitera como “Cristo” (Juan 1:41). Pero, en este caso, se omite el artículo definido (el) y “Cristo” pasa a ser un nombre propio, como lo usamos hoy.

Por lo tanto Jristós, “ungido”, en griego, es equivalente al Mâshîaj, “Mesías”, “ungido”, del hebreo.
Es el título oficial de Jesús de Nazaret y con él se lo designa como el Mesías o el prometido del Antiguo Testamento.

¿Quieres conocer a Jesús de Nazaret como el Cristo, el Mesías de Dios para tu salvación? ¡Que así sea!
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Fuente: Diccionario bíblico adventista del séptimo día- 1ª. ed.- Florida (Buenos Aires); Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995.

7.9.07

¡LIBRE PARA OBEDECER! (Conclusión), por Cristina Fornés

Para la pregunta con que terminé las entradas anteriores, mi amigo Santiago Tena arriesgó una respuesta mediante otra pregunta:
“¿y quizá la libertad consiste en olvidar la ley porque el puro amor de que estemos llenos no nos haga necesario recordarla para respetar y hacer felices a los demás?”

Creo que tendríamos que sacarle los signos de interrogación y el “y quizá” para que dejara de ser una expresión interrogativa y dubitativa y se transformara en afirmativa y síntesis del tema.

En este punto creo que bien valen algunas reflexiones o aclaraciones desde la perspectiva bíblica:
¿De quiénes estamos hablando? De nosotros, los seres humanos.
¿Quiénes somos? Seres creados por Dios a su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27). Quienes en el ejercicio de su libre albedrío, optaron por darle la espalda a su Creador, no escuchar su voz y creer las afirmaciones del Enemigo (Génesis 3:1-6). Es esta decisión la que acarrió vergüenza, temor y las primeras expresiones de resentimiento y egoísmo, el contacto y el conocimiento del mal (Génesis 3:7-13) y al fin la muerte.

¿Por qué? PORQUE COMO SERES CREADOS NO TENEMOS NI VIDA NI AMOR INNERENTES EN NOSOTROS MISMOS.
Sólo Dios tiene vida en sí mismo (S. Juan 5:26). Nosotros podemos decir con total seguridad: “El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida” (Job.33:4). Pero si le doy la espalda, me independizo de Él, ¿a dónde voy a parar?

¿Cómo reaccionó Dios frente al abandono de sus hijos? Tomó la iniciativa y salió a buscarlos (Génesis 3:9), les anunció su plan de redención (Génesis 3:15) y nos demostró su infinito amor entregándose a si mismo, para que todo aquel que quiera regresar al hogar, a la íntima comunión con Él, pueda hacerlo (S. Juan 3:16).

Porque, sólo “Dios es Amor“ (1º S. Juan 4:8). Nosotros somos egoísmo.
Nosotros aprendemos a amar... ¡Y cuánto nos cuesta!... A tal punto el Amor es un principio ajeno a nuestra condición de seres separados de Dios, que Él debe ordenarnos, una y otra vez, AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS.

¿Y la libertad?: ¡La hemos perdido! La Escritura es bien clara. “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para vida?” (Romanos 6:16)

¡Si, ya sé! Las palabras “pecado” y “obediencia” te suenan arcaicas, te producen una reacción alérgica... Pero, ¿acaso no está la raza humana sometida a esclavitud por el odio, el resentimiento, la maldad, la culpa, la corrupción en todos los órdenes y maneras? ¿Y qué es eso sino la esclavitud del pecado?
¿Entiendes el concepto? Búscale sinónimos, si prefieres.

En otras palabras, hemos sembrado separación, negación aun de la existencia de Dios, de su identidad como Persona espiritual, interesada en nuestra felicidad y bienestar. Elegimos creer que es un invento humano, un ”ente” o muleta emocional creada por seres débiles o subdesarrollados... Y la cosecha segura ha sido dolor, sufrimiento, engaño y muerte.

Pero el mismo texto de Romanos nos da la salida: ¡SOMETERNOS A LA OBEDIENCIA PARA VIDA!

Santiago 4:7-10 reafirma: “Someteos, pues a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros... Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros... Humillaos delante del Señor, y Él os exaltará.”

¿Qué es lo que debemos obedecer? Ya lo dijo Jesús: “SI ME AMÁIS, GUARDAD MIS MANDAMIENTOS.” (S. Juan 14:15)

Pablo nos lo explica en Romanos 13:7-14. En resumen dice:
“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.
Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.”

Santiago 2:8,12 también trata el tema: “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis.”
“Así hablad y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad.”

Y esto, sólo por poner unos pocos ejemplos.

En conclusión: La libertad consiste en vivir la ley, porque el puro amor de que nos ha llenado el Espíritu Dios, con la entrega de Cristo en la cruz del Calvario, no nos hace necesario recordarla para respetar y hacer felices a los demás. El amor nos reconcilia con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos.

Por lo tanto, la obediencia a Dios y sus mandamientos, son para ti y para mí las dos caras de la misma llave: el AMOR, que nos abre la puerta a la libertad y la vida plenas.