¡Bienvenid@!... Este blog nace por amor a Jesús. La idea es reflexionar, desde la perspectiva de la fe y la revelación, en todas las circunstancias relacionadas con su nacimiento, vida y ministerio. El punto de partida será el pesebre. Aquel lugar donde de niños encontramos a "Dios con nosotros".


13.3.09

TOMAR LA DECISIÓN

Febrero del 76. Calor. Sin embargo, desde hacía tres semanas, todos los Sábados, alrededor de las cuatro de la tarde, llegaban “esos de la Biblia”.
Don Julio Blanco, el hermano Casals y Margarita Yucopila, venían con sus sonrisas y amabilidad. Traían unas hojitas con las lecciones del curso “Tesoro de Vida”. Yo leía y contestaba las preguntas durante la semana. Se las entregaba el Sábado y ellos me daban una nueva lección.


Pero yo ya sabía más de lo que admitía o demostraba durante sus visitas.
Hacía más de un año que tenía mi Biblia y la venía leyendo y estudiando.
¡Y con qué desesperación y avidez lo hacía! ¡Tenía tantas preguntas sin contestar! ¡Tanto dolor y angustia y vergüenza y soledad!...
Pero claro, ellos no lo sabían. Sólo veían a una muchachita menuda y parca que generalmente contestaba con monosílabos y evasivas.

Esa tarde fue distinta. El señor Casals preguntó si yo le había entregado mi corazón a Jesús... “porque a esta altura usted ya sabe cual es la voluntad de Dios para su vida...” o algo así.
Miré para otro lado. No recuerdo cual fue mi excusa. Entonces dijo con firmeza:
-Bien, no quiero quitarle más tiempo. ¿Usted tiene Biblia, verdad? – Asentí con la cabeza- Entonces lea este versículo...
Y en el borde de la lección que me estaba dejando escribió: “Isaías 1:3”. Saludó y se fueron.
Cuando entré, mi mamá y mi hermano tomaban mate en la cocina.
-¿Ya se fueron? ¡No se cansan nunca éstos...!- dijo Eduardo mientras dibujaba.
-¡Yo no sé por qué no los cortás de una buena vez!- protestó mami.
Yo seguí para mi pieza, tomé la Biblia, busqué el versículo y leí:

"El buey conoce a su dueño,
y el asno el pesebre de su señor;
Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento."

Volví para la cocina.
-¡Qué se yo! No entiendo. Este hombre me escribió aquí que lea Isaías 1:3... ¡Pero no entiendo lo que me quiso decir!
-Haber... leélo.- dijo Eduardo.
Y lo leí. Inmediatamente mi hermano se echo a reír.
-¿Cómo que no entendés?... ¡No ves que te está diciendo que sos una burrita que no sabe dónde está su Señor!

Entonces fue como si una espada de dos filos hubiese atravesado mi corazón. ¿Yo no saber dónde estaba mi Señor, mi amado Jesús? ¡Si que sabía, claro que sabía!
Me encerré en mi pieza y lloré. Mucho, muchísimo. (Por entonces mis ataques de llanto podían durar horas). Cuando sequé mis lágrimas ya había tomado mi decisión: afrontaría lo que fuera, pero iba a vivir para hacer la voluntad de Dios.

El Sábado siguiente por la mañana, para sorpresa de todos, fui al pequeño templo en construcción de la Iglesia Adventista del Séptimo Día que quedaba a tres cuadras de mi casa.
Ya se van a cumplir treinta y tres años que comencé este camino... ¡gracias a Dios por eso!
¡Alabado sea su Nombre, porque su mano me ha sostenido y fortalecido!

¿Y tú, mi queriod@ amig@? ¿Acaso también eres un burrito que no sabe dónde está su Señor? Pero sí, sabes. Yo creo que sabes.

¡Ven, ven al pesebre!
Contemplemos juntos a Emanuel.