EL NIÑO Y EL PESEBRE, Fragmentos, 1º Parte, por Ángel Manuel Rodríguez
Quienes esperaban al Mesías deberían haber preparado un lugar, una hermosa cuna en la que María acomodara el cuerpo del Dios encarnado.... Pero cuando el niño Jesús nació, no había lugar para él en la familia humana...
La narración parece contrastar el poder y la opulencia de Augusto César con el desamparo y la sencillez del Mesías recién nacido. Su sencillez infantil lo acompañó durante el resto de su vida. El cambió “el trono del cielo por el pesebre, y la compañía de los ángeles que le adoraban por la de las bestias del establo”.*
¡El pesebre! La persona que lo hizo nunca imaginó el futuro glorioso de este pesebre singular. Al construirlo, simplemente estaba cumpliendo una tarea asignada... Él tomó lo que Dios había creado –la piedra-, y a partir de ella labró un pesebre. Dios y este hombre trabajaron juntos en la preparación del pesebre para el Hijo de Dios. Este hombre realizó esta tarea sin darse cuenta de que Dios lo estaba utilizando para un proyecto muy especial. ¡Qué pensamiento imponente!
Sí, un lugar estaba preparado para el Hijo de Dios. Él nació, y María “lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” (vers. 7), dentro de una piedra...”
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Referencias
*Elena G. de White, El Deseado de Todas las Gentes, p. 32.
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Ángel Manuel Rodríguez, Revista Adventista, Año 102 (Diciembre) Nº 12, p. 7, Casa Editora Sudamericana, Florida, Buenos Aires, Argentina.
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