¿DEFINICIÓN DE TÉRMINOS?, por Cristina Fornés
Hola, después de unos días de lucha contra virus y otras preciosuras que dejaron bastante maltrecho a nuestra PC, aquí me tienes, tratando de volver a la normalidad.
Tal vez te preguntes por qué aparecen tan seguido temas etiquetados como “Definición de Términos”. Y si no te lo has preguntado, pues... yo necesito explicarte: para mi es muy importante que sepas de qué te estoy hablando, cuando digo lo que digo.
En este momento que lees la entrada, se está estableciendo una comunicación entre nosotros. Mi mensaje, el texto, está llegando a su destino. O al menos eso pretendo. Si tú fueras chino, ruso o de cualquier otra región del mundo y no comprendieras el castellano. Pues tus ojos se pasearían por estás líneas y no te dirían nada. Estaríamos manejando diferentes códigos, no se produciría la comunicación. En este ejemplo, llevado al extremo, el resultado es previsible y lógico.
Pero, lamentablemente, lo mismo sucede entre hablantes de la misma lengua.
¿Por qué? Porque las mismas palabras, expresadas en el mismo orden, construyendo la misma oración, en cuanto a su organización sintáctica, pueden expresar significados completamente diferentes y aun contrapuestos, dependiendo del contexto, la situación en que se expresen, del valor que cada uno le asigne a esas palabras y a esa construcción, etc.
Aquí va otro ejemplo extremo: “el perro de Juan”. Podría estar dicho en relación a la mascota de un tal Juan. Pero también podría referirse al propio Juan, si fuera un tipo desagradable, de mal trato y que se hubiera ganado la antipatía de alguno.
Vivimos una época donde el lenguaje ambiguo, las cosas dichas de manera tal que cada quien le asigne el significado que le dé la gana, es lo que prevalece.
¿Podríamos decir que hay “un vaciamiento de significados”?
Creo que esto también contribuye a que haya tanta gente sufriendo aislamiento y soledad. ¡Qué paradoja! Cuando la tecnología acorta las distancias de manera tan evidente, que existan personas con problemas de comunicación. Que nos cueste tanto entender a los otros y hacernos entender.
Me pregunto, cómo puede haber una auténtica, profunda, vital enriquecedora comunicación si los participantes le están asignando significados propios a las palabras comunes. Si términos que para uno son ricos en significado, para el otro, por desconocer el contexto o por no interesarse en hacer el esfuerzo mental o intelectual de entender, o porque se le antojó descontextualizar y reasignar significado... Digo, al actuar de esa manera ¿cómo hacer para entenderse, para sentirse comprendido?
Por eso trato de encontrar la “definición de términos”, aun con todas las limitaciones y los riesgos que implica. Porque cuando leo “Jesús”, “Mesías” o cualquier otra declaración en la Santa Biblia, quiero... ¡necesito entender!, no lo que yo quiero, sino lo que Dios está tratando de decirme, a través de lo que sus apóstoles y profetas escribieron.
Sé que no es fácil, pero tenemos por lo menos dos promesas suyas:
“El que tenga falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual le da a todos abundantemente y sin reproches, y le será dada.” (Santiago 1:5)
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ellas escritas; porque el tiempo está cerca.” (Apocalipsis 1:3)
¡Yo quiero para mí, para ti y para todos los que visitan mi casa, esa sabiduría y esa bendición!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario